Dicho estudio supeditaba esas conclusiones a que el grado de sustitución de los productos colombianos por los norteamericanos estuviera bien calculado.
Para 2006, el Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional, en convenio con la Alcaldía de Bogotá, logró precisar todavía más los reales impactos del TLC en la industria, pasando de análisis sectoriales a exámenes por productos. A partir de técnicas de medición más complejas halló que los productos con potencial exportador, que denominó “estratégicos” , no eran 90 mientras que los amenazados por las importaciones estadounidenses, a los que clasificó como “sensibles”, eran 895. Notando que entre los cien primeros con mayor “sensibilidad” se encontraba una variada gama de bienes industriales, como ciertos tipos de herramientas de mano, casi todos los rodamientos, partes para calentadores de agua, piezas para motores como bielas, válvulas, hornos no eléctricos, compresores, refrigeradores, congeladores y demás aparatos para producción en frío. Además distintos tipos de calzado, aceites y textiles recubiertos de plástico o ciertas modalidades de poliéster; también los jugos endulzados, los alimentos para mascotas y hasta el tabaco.
Ese diluvio de artículos industriales se explica en ese mismo estudio porque se afinó el porcentaje en el cual crecerían las exportaciones y las importaciones de Colombia (teniendo como eje la capital de la República) por la disminución de cada 1% en el arancel. Mientras en el caso de las ventas al exterior éstas apenas aumentarían entre un 0,2% y un 0,3%, para las compras externas la proporción era del 19%. ¡Cien veces más!
Sin embargo, los modelos de los estudios mencionados no estimaron los efectos que causarán los re-manufacturados, las segundas y saldos, las piezas de desensamble y demás basura industrial cuyo ingreso al mercado colombiano se hará sin barrera alguna. El presidente de Acolfa, el gremio que representa a los productores de vehículos y autopartes, afirmó que “al país podrán entrar bienes industriales y autopartes de segunda que con un simple proceso de limpieza ya tendrán el carácter de re-manufacturado”. Esta categoría aplica para el ámbito industrial en especial a capítulos como el de metalmecánica, maquinaria eléctrica, autopartes, vehículos, otros bienes electrónicos y similares. Todos estos artículos son bienes sin costo, no están sometidos al régimen de precios, y Colombia aceptó darles ingreso libre a algo más de 1.400 posiciones de ellos desde el primer año de vigencia del TLC. Algunas entidades gremiales como ACOPI quieren presentar como compensación suficiente frente a tan profundas afectaciones el que Estados Unidos aceptara un mecanismo de monitoreo del impacto del TLC (como si ya no estuviera predeterminado) en la microempresa, la revisión de licencias previas a las mercancías usadas y algunos programas de cooperación.
Es evidente que tales medidas no impedirán el grave hecho de que Colombia haya renunciado de modo definitivo a adelantar un proyecto nacional de desarrollo industrial. Los principales centros manufactureros del país adoptaron desde la apertura económica un perfil de maquila o de elaboración de bienes no transables de poco valor agregado con insumos importados y equipo, en la mayoría de los casos, de segunda, que ha reducido el uso de la mano de obra y ampliado la informalidad laboral y que con el TLC se ahondará, expulsando del sector a quienes no puedan ponerse a tono con él. Como lo ha dicho Eduardo Sarmiento, la explicación está “en economías expuestas a las limitaciones de demanda en los mercados externos…una especialización que eleva la productividad a cambio de sustituir la producción interna de bienes intermedios y bienes finales por importaciones”.